CAPÍTULO O
La
nave había aterrizado rápidamente y el golpe con el suelo fue muy brusco. Luke
se sentía mareado por los traqueteos del agresivo aterrizaje y se desmayó
durante unos minutos. Los propulsores de plasma estaban desincronizados con el
eje del motor y su soldador cuántico no estaba operativo por lo que el retorno
a la Tierra era prácticamente imposible.
Luke despertó de su ensoñación y
decidió comprobar la habitabilidad del extraño planeta en el que había
aterrizado. Sacó el contador Geiger y descubrió que el nivel de radiactividad
era excesivo como para poder sobrevivir por lo que se puso el traje anti
radiación y se dispuso a salir al exterior. Los niveles de oxígeno no eran los
adecuados para vivir. Se montó en el módulo de supervivencia autopropulsado y
salió al exterior. Había poca luz. Encendió los potentes focos de protones del
módulo y comenzó a rodar por una especie de desierto rocoso. En el cielo lucía
tenuemente una luna, pero no era la luna. Luke no sabía cómo había llegado a
ese planeta.
Tenía una tarea sencilla. Llevar un paquete del planeta Tierra a
Júpiter, pero, sin previo aviso, la pequeña nave había empezado a vibrar y tras
un enorme fogonazo había empezado a caer precipitadamente sobre un planeta
extraño.
¿Dónde estaba? No lo sabía. Comprobó la nave. Era la que desprendía
radiación. Se alejó de ella varios metros y comprobó de nuevo la calidad del
aire de la atmósfera. Había oxígeno, pero no era la Tierra. Decidió quitarse el
casco y respirar. No pasó nada. Podía respirar en esa atmósfera nueva para él.
Empezó a caminar por el extraño desierto cuando de repente sonó un enorme
estruendo y la nave desapareció. En su lugar había un extraño personaje.
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